domingo, 29 de abril de 2012

Into the void ~ Tim Eitel


Tim Eitel fue uno de mis descubrimientos del año pasado. Lo que más me interesa de este artista es la capacidad que tiene de envolver a sus personajes en una atmósfera de silencio, es como si fuese capaz de por medio de una aparente calma crear una tensión interna que va más  allá de lo que se ve a simple vista. Tuve la suerte de ver un par de obras en directo, y lo que más me impacto fue esa mezcla de simpleza y complejidad. Ese vacío que rodea a sus personajes que parecen solos en un espacio demasiado grande para ellos.
Sus tonalidades frías y el hecho de que en pocas ocasiones se vean rasgos faciales en sus personajes provocan en su obra un aire de misterio, un aura de intrigas, pero al mismo tiempo, es sobrecogedor la sensación de aislamiento que provocan. Cómo estamos solos en la inmensidad del universo.
Su capacidad de descontextualizar elementos cotidianos, aislándolos de una realidad narrativa los dota de una especie de halo de no pertenencia, de un vacío existencial que lo cubre todo de silencio.







Escuchando: Lady of the flowers ~ Placebo

viernes, 27 de abril de 2012

Sweeter than anything

I hear the talk in codes if you want me then come get me



So sad our memories....



Escuchando: Killing an arab ~ The Cure

viernes, 20 de abril de 2012

La individualidad frente a la multitud y la realidad fragmentaria


“Cuán extraño es pasar entre multitudes, viendo la vida con ojos vacíos y ardientes”


Las referencias a ser partes de un todo, realizadas principalmente en las dos reuniones que los personajes realizan a lo largo de la novela, nos da que pensar si en realidad son solo facetas de una misma personalidad, de la propia Virginia Woolf, desarrolladas como personajes individuales siendo el mismo escindido en seis. Quizás sea Percival, el cual es amado y admirado por todos, la representación del todo, de alguien completo que carece de la fragmentación de los otros seis.
Sobre este tema, me llamó la atención el siguiente párrafo:

<<Es Percival>>dijo Louis, <<sentado silencioso, tal como se sentaba en los cosquilleantes céspedes cuando la brisa dividía las nubes y las volvía a unir, quien nos hace caer en la cuenta de que estos intentos de decir “yo soy esto, yo soy aquello”, que todos hacemos ahora al reunirnos, al acudir aquí como partes separadas de un solo cuerpo y una sola alma, son falsos. Algo callamos, por miedo. Algo alteramos, por vanidad. Nos hemos esforzado en acentuar las diferencias. Este deseo de ser individuos separados nos ha inducido a resaltar nuestros defectos y cuanto de particular tenemos. Pero hay una cadena que gira y gira a nuestro alrededor, con un círculo azul acero debajo>>

Me resulta interesante cómo parece que ese deseo de individualidad les conduzca a una falsa felicidad y sentimiento de no estar completos desarrollándose como individuos, como si las otras partes del yo fuesen necesarias para establecer una visión completa de la realidad.

Las olas mecen las idas y venidas del yo de los personajes, pasando de ser una individualidad buscada a conciencia a un todo. Un conjunto de olas que pueden chocar entre ellas, pero que confluyen en un mismo océano de ruido.

Es muy probable que el trastorno bipolar de Virginia Woolf afectase profundamente las contrariedades existenciales que atacan a los personajes así como su bisexualidad se viese reflejada en la ambigüedad de las reacciones hacia la sexualidad de algunos de los mismos.

La contradicción entre la necesidad de pertenecer a un colectivo al mismo tiempo que la de ser individuos independientes es algo que se ve claramente en algunos de los monólogos internos de Bernard. Esa especie de incapacidad de ver la realidad en soledad y sólo ser capaz de percibirla en compañía, parece que va desapareciendo con la llegada a la vejez, a pesar de eso, su crisis de identidad sigue siendo desconcertante, llegando a hacernos pensar que Bernard es todos los personajes al tiempo que todos son Bernard y por ende Woolf.

De todos modos, yo creo que a pesar de que todos sean olas que confluyen en un mismo océano, son individualidades, no facetas de un solo personaje, sólo que al escoger su camino para diferenciarse los unos de los otros en busca de una individualidad, parece como si luego necesitasen de esa conciencia de grupo para percibir plenamente la realidad. No por ello dejo de insistir que todos ellos son voces de la propia Virginia Woolf, algunas de ellas entremezcladas con las de compañeros suyos, pero de la propia autora al fin y al cabo.

Es sobretodo en el personaje de Bernard en el cual se ve palpable esta falta de comprensión del yo. Al final de la novela, llega un momento en el cual hace alusión a que es los seis.

“¿Quién soy? He hablado de Bernard, Neville, Jinny, Susan, Rhoda y Louis. ¿Seré acaso todos ellos a la vez? ¿Soy uno y distinto? No lo sé. Aquí estamos sentados, juntos. Pero Percival a muerto, y Rhoda ha muerto; estamos divididos; no estamos aquí. Sin embargo, no veo obstáculo alguno que nos separe. No hay división entre ellos y yo. Mientras hablaba, pensaba: “Soy tú”. Esa diferencia a la que tanta importancia damos, esa identidad que tan febrilmente ansiamos, quedó superada.”

La sensación agridulce que me quedó tras leer este párrafo, su tono de elegía, me hizo pensar en esa igualdad ante la muerte también anunciada por muchos otros como el poeta Jorge Manrique. Ese sentimiento de futilidad de todo intento de diferenciación, toda ola acabará rompiendo contra las rocas cuando el sol se haya puesto, no importa cuan alta sea, acabará dispersándose en partículas de agua y espuma. La individualidad quedará destruida. 

Yendo un poco más allá, me atrevería a afirmar que por medio de este relato, Woolf nos presenta un mundo de posibilidades relatados por voces diferenciadas, en la cual las elecciones de la vida condicionadas por los rasgos más característicos de dichas voces partiendo de un punto común les llevan a uno u otro final.

Ese eterno bucle, en el cual nos sumerge, nos hace pensar debido a la falta de presencia física total, de diferenciación física por parte de los personajes, si realmente son entidades individuales o un todo escindido que juega con las posibilidades de haber seguido un camino u otro, de haber desarrollado más una u otra parte de sí mismo. Experimentando por medio del lenguaje las idas y venidas de las multitudes, las visiones fragmentarias de una realidad fragmentada, percibida a retazos, por seis pares de ojos que confluyen en un solo ser.

Es realmente complejo llegar a comprender si se trata de un solo protagonista o seis, por lo tanto, obviemos a los protagonistas, hagámoslos voces de una conciencia común que se desarrolla en este mundo que se nos muestra de seis maneras diferentes, intentando ofrecernos un todo.

Pero para rebatir esta fragmentación de la realidad, esta imposibilidad que se ve en la voz de Bernard y por consiguiente en la de la propia Woolf y su práctica literaria, recurriré a una frase de la película “The United States of Leland” que resume mi postura de manera concisa:

“La vida es mucho más que la suma de sus partes” 



Escuchando: Civil war correspondal ~ Pj Harvey and John Parish

miércoles, 18 de abril de 2012

Shadow of daydream ~ Ghenie


Adrien Ghenie es un pintor rumano cuyos trabajos demuestran su fascinación con la historia y el trauma de la dictadura. Las fuentes de sus imágenes derivan de una combinación de su propia memoria junto con libros de historia, archivos, documentales y películas. 
Por medio de estas fuentes, Ghenie crea sus densas pinturas de varias capas. Tras hacer una selección de imágenes de estos diferentes modos de representación, crea collages con imágenes impresas que son trabajados después con la pitura. 

Creador de atmósferas claustrofóbicas, y opresivas. Independientemente de su capacidad de crear las diferentes texturas de cada elemento que integra la obra, lo que más me interesa de Ghenie es su uso de las luces y las sombras. Cómo por medio de la oscuridad oculta partes del cuadro otorgándoles un toque misterioso. Es quizás el autor más denso de los que aquí presento, denso en el sentido de su pintura. En cualquier caso, es también el punto inquietante de sus obras, esa sensación de que algo está pasando, lo que me atrae de Ghenie. 






Escuchando: Ask for answers ~ Placebo


sábado, 7 de abril de 2012

God bless our dead marines

No one knew or no one care...




I'm with you in Rockland, where you bang on the catatonic piano the soul is innocent and inmortal it should never die ungodly in an armed madhouse


Escuchando: Sunburn ~ Muse

miércoles, 4 de abril de 2012

Naked but safe ~ Eric Fischl

Uno de esos artistas de interiores que más me han llamado la atención últimamente. De estética similar a la de Hopper y una importante carga sexual, sus imágenes se me presentan como esa especie de desmoralización del cuerpo humano. De la corporalidad del mismo, de una lectura cargada de un erotismo perverso, que en momentos raya la obscenidad. Si bien sus primeras obras están cercanas a la  abstracción, a partir de 1976 introduce elementos figurativos, derivando a finales de los setenta hacia un estilo realista de fuerte carácter expresivo. Su temática como he dicho con anterioridad, se centra principalmente en la sexualidad, con abundantes representaciones de cuerpos desnudos, en actitudes eróticas, pero con cierto aire enigmático, angustioso, opresivo, lo cual queda enfatizado por su gama cromática apagada, grisácea, con una iluminación de extraña intensidad que acentúa el estilo expresivo de sus obras. Así, Fischl llama la atención sobre la desvirtuación de los valores morales en la moderna sociedad norteamericana. 









Escuchando: Open your arms ~ Editors

domingo, 1 de abril de 2012

El aislamiento del artista


Tras leer Retrato de un artista adolescente, una de los aspectos que más me llamó la atención de Stephen, es ese sentimiento de superioridad, ese conocimiento de ser diferente, ese desprecio hacia el resto de la gente que no es capaz de ver más allá como puede hacerlo él. Y me llamó la atención por el hecho de que nos presenta la figura del artista como un ser superior al resto que se para a observar a la gente que le rodea sin que le salpiquen las pasiones mundanas a las que el resto del mundo se halla condenado.

Es curioso como Stephen se lanza al pecado siendo consciente de ello, es como si fuera capaz de comprender una serie de estímulos que para el resto de la gente pasan desapercibidos, como si pudiese tener el control hasta de sus pecados. En este momento vuelvo a hacer referencia a Dorian Gray, a cómo el arrepentimiento no existía para él, como si él mismo fuera superior a las pasiones mundanas.

Esta actitud elitista se halla reflejada en el personaje de Stephen que mira por encima del hombro a todos aquellos que según él se hallan en un nivel intelectual y sensitivo inferior al suyo, aquellos que no son capaces de comprender la complejidad del artista.
Todo esto podría resumirse fácilmente en una frase de Joyce sobre Stephen para describirlo: “Orgullo de sí mismo y desprecio de los demás” con esta frase, Joyce muestra perfectamente esa alienación del artista causada por la dificultad de conectar con aquellos que debido a esa carencia de sensibilidad artística no son capaces de comprender el mundo de la misma manera, al menos en el caso de Stephen.
Ese desprecio por la gente que considera por debajo de él, le hace desarrollar una personalidad solitaria y algo antisocial. A pesar de tener amigos, la manera en que los describe es más como simples individuos que forman parte de su vida, que pasan por ella sin a penas rozarle. Y haré mención de otra frase que dedican a Stephen y me llamó bastante la atención: “Usted es un ser antisocial envuelto en su propio egoísmo”

Debido a esta especie de auto-aislamiento, Stephen prefiere observar que tomar parte en más de una ocasión de lo que a su alrededor acontece. Es esa condición de vouyeur, de observador que no toma parte de la acción, sólo la describe la que en un primer momento me hizo pensar en Baudelaire. Esas profundas reflexiones que hace Joyce a través de Stephen sobre algunos de los personajes que aparecen en la obra me recuerdan a las que hace el autor francés tanto en la prosa de El Spleen de París, como en algunos de sus poemas de Las flores del mal.
Y para concretar mi comparación entre el Retrato de un artista adolescente de Joyce con Baudelaire, me gustaría citar una de las pequeñas prosas de este último, que inevitablemente me recordó a la obra por la forma de diario en la que está escrita y las reflexiones que Baudelaire hace y tanto se me han asemejado a las de Stephen.


A la una de la madrugada

¡Solo por fin! Ya no se oye más que el rodar de algunos coches rezagados y derrengados. Por unas horas hemos de poseer el silencio, si no el reposo. ¡Por fin desapareció la tiranía del rostro humano, y ya sólo por mí sufriré!
¡Por fin! Ya se me consiente descansar en un baño de tinieblas. Lo primero, doble vuelta al cerrojo. Me parece que esta vuelta de llave ha de aumentar mi soledad y fortalecer las barricadas que me separan actualmente del mundo.

Como antes comenté, ese sentimiento de alienación, de estar solo entre la multitud porque la multitud se halla a otro nivel por debajo del artista, se ve reflejado en esta prosa de la misma manera que en las reflexiones de Stephen, sólo que en el caso de Baudelaire es él mismo el que habla de ese aislamiento mientras que con la obra de Joyce se intuye más en el comportamiento de Stephen que en sus palabras. Otra cosa que me gustaría destacar es la asociación de la noche al momento de reflexión, en el caso de Baudelaire en su propio hogar, en el caso de Stephen deambulando por las calles escocesas. Y a su vez, esta asociación de la noche al momento de auge creativo, de meditaciones en el silencio, me hace pensar en el texto de Artaud sobre Van Gogh en el cual defiende el momento de oscuridad como momento de reflexión artística sobre esas cuestiones trascendentales que se plantea el artista.

¡Vida horrible! ¡Ciudad horrible! Recapitulemos el día: ver a varios hombres de letras, uno de los cuales me preguntó si se puede ir a Rusia por vía de tierra -sin duda tomaba por isla a Rusia-; disputar generosamente con el director de una revista, que, a cada objeción, contestaba: «Este es el partido de los hombres honrados»; lo cual implica que los demás periódicos están redactados por bribones; saludar a unas veinte personas, quince de ellas desconocidas; repartir apretones de manos, en igual proporción, sin haber tomado la precaución de comprar unos guantes; subir, para matar el tiempo, durante un chaparrón, a casa de cierta corsetera, que me rogó que le dibujara un traje de Venustre; hacer la rosca al director de un teatro, para que, al despedirme, me diga: «Quizá lo acierte dirigiéndose a Z...; es, de todos mis autores, el más pesado, el más tonto y el más célebre; con él podría usted conseguir algo. Háblele, y allá veremos»; alabarme -¿por qué?- de varias acciones feas que jamás cometí y negar cobardemente algunas otras fechorías que llevó a cabo con gozo, delito de fanfarronería, crimen de respetos humanos; negar a un amigo cierto favor fácil y dar una recomendación por escrito a un tunante cabal. ¡Uf! ¿Se acabó?

Continuando en modo de diario, me resultó determinante la crítica a la sociedad a la par que a sí mismo que hace en este párrafo. El sentimiento de superioridad intelectual y cultural que a mi parecer comparte con Stephen se ve claramente en su descripción de la manera en que ha tratado con la gente describiéndolos como necios. La “repugnancia” ante los que considera inferiores reflejada en la frase de estrechar manos habiendo olvidado los guantes se me asemeja de sobremanera a las descripciones que hace Stephen sobre sus compañeros de clase, como gente que no merece respeto alguno sino en todo caso compasión por su simpleza.
El hecho de no reconocer prácticamente a ninguna de las personas a las que estrecha la mano me hace pensar en el trato de Stephen a sus amistades, gente que pasa y no merece demasiada atención porque no merecen su interés.
Por último el regocijarse en sus malas acciones como también hizo Stephen, rebelándose contra toda moral sin darle más importancia que una reflexión de qué le llevó a hacer tal cosa.

Descontento de todos, descontento de mí, quisiera rescatarme y cobrar un poco de orgullo en el silencio y en la soledad de la noche. Almas de los que amé, almas de los que canté, fortalecedme, sostenedme, alejad de mí la mentira y los vahos corruptores del mundo; y vos, Señor, Dios mío, concededme la gracia de producir algunos versos buenos, que a mí mismo me prueben que no soy el último de los hombres, que no soy inferior a los que desprecio.

Aquí hago hincapié al cinismo utilizado por Baudelaire rogando a Dios que le permita hacer poesía que demuestre que no es inferior a los que desprecia, estando en esos momentos en teoría obrando en contra de Dios, situándose en un nivel por encima de sus congéneres.
En relación a la comparación con el Stephen de Joyce, lo que me interesa es por un lado esa especie de arrepentimiento con el que comienza el párrafo que en el caso del otro no se da. Pero sobretodo cómo vuelve a poner en evidencia claramente su sentimiento de estar por encima de todos aquellos descritos en el párrafo anterior, contemporáneos incapaces de comprender compartiendo con Stephen y por consiguiente con Joyce, ese sentimiento de superioridad del que hablaba en un principio.

Como conclusión añadir que en cierto modo comprendo ese sentimiento a pesar de que no lo comparto en su totalidad. Y eso despierta en mi unas cuantas cuestiones morales que imagino que tanto Baudelaire como Joyce  experimentaron, pero prefirieron ser honestos consigo mismos y sus obras antes de ser unos elitistas hipócritas. El sentimiento de superioridad, el ego del artista, no es algo que este bien visto.


Escuchando: Blue Skied an' Clear