martes, 6 de marzo de 2012

Halcones en la noche


Hablar de soledad en la pintura es hablar de Edward Hopper. Desde que entré en contacto con su obra “Nighthawks” mi manera de ver la pintura cambió radicalmente. A pesar de que a nivel técnico no lo considero uno de mis pintores favoritos, sí que lo considero en cuanto al tratamiento de las escenas que representa. Esas escenas cotidianas en las cuales puede sentirse una especie de silencio, un vacío entre los personajes que las completan, hacen que me sienta realmente identificada con su obra. Esa tendencia a establecer una especie de barrera invisible, el egoísmo y autoconfinamiento que desembocan en una soledad autoimpuesta son los principales puntos de interés que hacen que mi principal referente temático sea Hopper. Edward Hopper es uno de mis artistas favoritos al tiempo que una de mis principales influencias.

Para la mayoría de los europeos, el trabajo de Hopper confirma una idea preconcebida de América. En respuesta a las exposiciones del artista en Europa en los años 70, se sugirió que la causa no era ni por el estilo del artista. Lo que es muy americano es la temática. Las cualidades americanas de Hopper se hallan en aquello que elije pintar. Y esas escenas están doblemente influenciadas por dos facetas, primero, el uso de motivos que parecen típicamente americanos y por otro lado su amor por el detalle están como desfamiliarizados. Por medio de esta desfamiliarización, Hopper nos pretende mostrar las fracturas a través de la piel pintada de la vida moderna.

La mirada de Hopper acerca del paisaje hace un llamamiento a la arquetípica experiencia de la frontera, ese encuentro entre hombre y naturaleza que dejó su marca en escritores importantes como Poe. Simplemente como el mito de una naturaleza infinita se convierte en el vacío en Poe, así que tratemos de imaginar la naturaleza de Hopper tratando de metamorfosearse. Como si estuviese marcada por la civilización, muchos emblemas así como calles y vías del tren aparecen dando una visión de naturaleza no revelada a la mayoría de las obras de casas que Hopper pintó. Por esa razón, sus pinturas tienden a no ofrecernos un extenso panorama, sino acortar la los límites de la visión. Hopper normalmente lo sustituye por un interior que se ve a través de una ventana o una ventana limitada por casas o los iconos del mundo de la civilización para una vista de la naturaleza no restrictiva.

Hopper congela un arquetípico dinamismo en rigidez en sus escenas. Sus vistas de ventanas y escenas naturales deben de ser comparadas con imágenes similares del arte de la Europa romántica, que han realizado un intento de registrar el progresos de la civilización y el asilamiento de la humanidad de su entorno natural. Las escenas de  ventanas en la Europa romántico no sólo ha registrado la ausencia sino que además nos ha provisto de una trascripción de seguridad del mundo interior, una seguridad que incluye que nos examinemos de tal manera que nos convirtamos en cuadros románticos.

Pero la transformación de una nueva visión hacia un escrutinio interior también establece una nueva iconografía. Una visión del exterior que una vez bloqueada es reemplazada por una realista arte de interior, y el paisaje más allá de la ventana es reemplazado por un pasaje interior como si sólo la luz y el aire penetrase en el interior.

El trabajo de Hopper posee una transformación comparable, una similar transferencia al interés visual del interior. Hopper tuvo en cuenta factores psicológicos, no simplemente lo visible: una representación realista es utilizada como un sistema de signos en código que comunican unas bases inconscientes de una percepción consciente.

Realmente Hopper me parece interesante porque sus trabajos representan ese sentimiento de soledad y alienación del mundo. Pero no el rechazo de la sociedad, es algo más como un auto-aislamiento. Fue Hopper, de hecho, uno de los inspiradores de este proyecto. Su tendencia a establecer una barrera invisible, la soledad egoísta y autoimpuesta. Quizás sea porque aún soy un poco romántica – hablando del romanticismo del s. XIX – y toda esa tristeza me toca más que la felicidad. Tal vez sea debido a mi visión más bien nihilista de la vida, pero hay algo en el trabajo de Hopper que me hace sentirme en el interior de sus obras. Su trabajo me hace ser partícipe de toda esa soledad que sus figuras parecen estar sintiendo. 



Escuchando: No one's gonna love you - Band of horses

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